Gascón
y Marín 30 – Juan de Lanuza 60
30 –
60 no son los días de pago de una actividad extraescolar, es
el resultado con el que acabó el encuentro que nos enfrentaba al Juan de Lanuza
que, a falta de contabilizar este resultado, comparte liderato e imbatibilidad
con el equipo de Valdespartera.
Nuestro
rival era un equipo muy alto, mucho más que nosotros, que ya empezamos a
acostumbrarnos a esa situación de desventaja. En efecto, nuestro equipo, por
diversidad de edades, se presenta en desventaja cuando se enfrenta a otros más
alevinizados, pero es precisamente ese mestizaje, esa disparidad de longevidades,
donde reside nuestra fuerza. Pocos colegios pueden presumir de eso. Claro que
podríamos jugar cada uno por su lado, pero nosotros vamos siempre juntos como
el Gordo y el Flaco, como Epi y Blas, como Gascón y Marín. Pero no sólo
marcamos tendencia por eso, sábado tras sábado observamos con la incredulidad
del no necesitado cómo nuestros rivales se presentan lustrosamente uniformados
con el nombre de cada jugador a la espalda y sábado tras sábado oponemos a esa
uniformidad el panchovillismo gascomarino, una suerte de moda divergente
que sin embargo nos une más allá de toda duda. El rojo de nuestro uniforme oscila desde el bermellón decathloniano al rosita de otras marcas, los dorsales van desde el Times New Roman al Comic Sans pasando por la ausencia más absoluta del mismo, llevamos mallas, calcetines o las canillas al aire, mostramos una variedad y desigualdad de criterios sobre la moda que dejaría en ridículo la polémica sobre la talla 38. Tal vez seamos iconoclastas y rupturistas, pero si algo tenemos claro es que somos un equipo por encima de todo. Quizás no llevemos el nombre escrito pero sabemos quiénes somos y esta convicción refuerza nuestro lema más conocido, y no me refiero al de “soy gascón porque el mundo me hizo así”, sino a ese otro de “aquí cabemos todos”. Esa es la idea, que cualquiera que quiera jugar, ya sea de sexto de primaria o de primero de infantil, así vaya de rojo o vista un patchwork de ganchillo palabra de honor (esto es una hipérbole literaria, que nadie coja la idea al vuelo) tiene cabida en este equipo siempre que comparta el sentimiento gascomarino de la entrega y la solidaridad y de ser, como diría el otro, una unidad de destino en lo universal.
que sin embargo nos une más allá de toda duda. El rojo de nuestro uniforme oscila desde el bermellón decathloniano al rosita de otras marcas, los dorsales van desde el Times New Roman al Comic Sans pasando por la ausencia más absoluta del mismo, llevamos mallas, calcetines o las canillas al aire, mostramos una variedad y desigualdad de criterios sobre la moda que dejaría en ridículo la polémica sobre la talla 38. Tal vez seamos iconoclastas y rupturistas, pero si algo tenemos claro es que somos un equipo por encima de todo. Quizás no llevemos el nombre escrito pero sabemos quiénes somos y esta convicción refuerza nuestro lema más conocido, y no me refiero al de “soy gascón porque el mundo me hizo así”, sino a ese otro de “aquí cabemos todos”. Esa es la idea, que cualquiera que quiera jugar, ya sea de sexto de primaria o de primero de infantil, así vaya de rojo o vista un patchwork de ganchillo palabra de honor (esto es una hipérbole literaria, que nadie coja la idea al vuelo) tiene cabida en este equipo siempre que comparta el sentimiento gascomarino de la entrega y la solidaridad y de ser, como diría el otro, una unidad de destino en lo universal.
Quizás
no se me entendió cuando dije que llegaríamos a lo más alto. Las
clasificaciones en la federación funcionan al revés que un edificio, si en este
último caso estar en el décimo puesto es estar en lo más alto, aquí de lo que
se trata es de estar en el primero. Pero no nos preocupemos, tal y como están
las cosas esto sólo puede ir a mejor. Perseveremos, gascomarines.
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